Eneko Aldekoa de 3º ESO A nos deleita con el siguiente relato. No dejéis de leerlo. INCREIBLE
Un caluroso día de verano, un señor llamado Evaristo cumplió 23
años y decidió ir a un concurso de televisión, ya que pensó que le iba a dar
suerte. Llamó al número que aparecía en pantalla y escuchó:
- ¡Enhorabueeena! Eres la llamada número 100. ¡Acaba de ganar un
magnífico viaje a Jamaica!
-¡¡¡Bieeeeen!!! Gritó Evaristo casi sin creérselo.
-Podrá recoger su premio mañana por la mañana a eso de las 11:30.
-Genial, allí estaré.
Esa noche Evaristo no pudo dormir de la emoción, casi no se creía
que se iba a Jamaica, y estuvo horas pensando en lo que iba a hacer hasta que
al final cayó muerto de puro agotamiento.
A la mañana siguiente se despertó a las 8:15, y eso que era
sábado, pero es que estaba muy nervioso y emocionado. Fue a la cocina y se hizo
una infusión para ver si se podía tranquilizar un poco.
Ya más calmado se quedó viendo la tele hasta las 10:45. A esa hora
fue corriendo a las oficinas de la cadena y le entregaron su premio. El viaje
era ese mismo día a las 18:00, así que se fue a su casa a preparar las maletas.
Cuando terminó leyó el folleto que le habían entregado con el billete de avión.
En el ponía lo siguiente:
-El viaje y las comidas están pagadas, siempre y cuando vayas
al restaurante “Come y calla”.
-El hotel no está pagado.
-Si tiene algún problema o no le ha gustado el viaje, se le
devolverán de 500 a 1.500 Euros, dependiendo del problema.
-¡Qué tenga un buen viaje!
Cuando llegó la hora fue al aeropuerto y enseguida encontró el
avión al que tenía que acceder, se montó y despegó rumbo a Jamaica. El viaje se
le hizo corto, ya que se quedó dormido, aunque esa siestecita le vino bien ya
que esa noche durmió poco.
Cuando llegó a Jamaica fue al hotel “Duerme y calla” y le dieron
la llave de su habitación. Al entrar en la habitación vio una cama, un cuarto
de baño, un armario, un escritorio y un balcón enorme. Al dar un paso, pisó la
madrea del suelo y esta se levantó. Miró dentro y vio que había un montón de
bolsas de “harina” y otro montón de bolsas de “perejil” metidos en bolsas
extrañas y pensó que eran una especie de comida reserva que había en el hotel
por si había alguna emergencia. Entonces pensó hacer una tarta, pero para ello
tenía que ir a comprar los demás ingredientes a la tienda. Al volver con los ingredientes
se fue a la cocina que estaba abajo, cerca de recepción y se cocinó la tarta.
Al acabar vio que tenía una pinta estupenda y se la comió entera. Cuando se
terminó la tarta se le dilataron un montón las pupilas y notó una sensación muy
extraña. Subió a su habitación, le costó, pero subió. Una vez en la habitación
empezó a marearse y a ver cosas extrañas como un conejo que habla o un señor
extraño con una chistera.
Se quedó alucinado y se quiso esconder en el armario. Dentro del
armario escuchó un ruido peculiar, como el de un gato. Miró a su derecha y ahí
estaba, era un gato enorme. Salió corriendo del armario y se tiró por la
ventana. Afortunadamente sobrevivió. Un señor que iba conduciendo por esa calle
le recogió y lo llevó al hospital más cercano en un santiamén. Allí en el
hospital, el doctor le hizo un análisis de sangre y encontró cocaína. El doctor
llamó a la policía y cuando llegaron le preguntaron a Evaristo:
-¿Por qué razón lleva esa sustancia en el cuerpo?
Evaristo no contestó, no porque no quería, sino porque no podía
después de la fatal caída desde el balcón, pero los policías no sabían eso así
que lo encarcelaron porque pensaban que era un camello o algo parecido.
Pasados unos días le permitieron un juicio a Evaristo para que
pudiera explicar los hechos y cuando le contó al juez lo del conejo, el
sombrerero y el gato gigante lo metieron en un manicomio, donde pasó el resto
de sus días.
Moraleja: Haz
caso a tu madre y no cojas nada del suelo sin saber lo que es con total
seguridad.